viernes, 28 de octubre de 2011

Descubre la Sierra Sur de Sevilla (I)

Estepa por su situación privilegiada te permite conocer y desplazarte por Andalucía, sin tener que deshacer las maletas. Tener, en definitiva, Andalucía en tus manos en cómodos viajes de ida y vuelta. Pero la estancia en Estepa es también una gran oportunidad para conocer los municipios que configuran la comarca. Son municipios llenos de encanto, con una rica arquitectura popular, importantes yacimientos arqueológicos y con parajes de un gran valor paisajístico.

Iglesia del Socorro. Badolatosa


Badolatosa, a 21 km de Estepa, situada a orillas del Genil, conserva unos de los parajes naturales más emblemáticos de la comarca, como son Malpasillo y Cordobilla. El Meandro de Portalejo, el Milagro en el arroyo Pontón, el cerro del Viento, son hitos que el buen amante de la naturaleza no puede dejar de visitar. La arquitectura rural del casco del urbano, los restos de la explotación minera y la ermita de La Fuensanta, donde se firmó el indulto concedido por Fernando VII a Juan Caballero, José María “el Tempranillo”, y José Ruiz Germán, son otros lugares de interés. Pero uno no debe de despedirse de Badolatosa sin conocer la Huerta de la Manga, de alto valor etnográfico y paisajístico.

En Casariche el visitante puede conocer la iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación, los importantes yacimientos arqueológicos, parajes como Cerro Bellido, las herizas del Patronato y los restos de huertas que se configuraban en torno al río Yeguas.

Herrera, al norte de Estepa, tiene un interesante Museo, ubicado en un antiguo depósito de agua, donde se conservan instrumentos de medicina desde épocas romanas. Interesante es la Iglesia Parroquial de Santiago El Mayor, y los restos de las termas romanas del Pilancón.

Lora de Estepa, pequeño municipio a unos 4 km. de Estepa, lugar de ocio y recreo de los antiguos Marqueses de Estepa, conserva importantes yacimientos arqueológicos, restos de los que fueron importantes huertas, y una zona de bellos paisajes, al configurarse la localidad entre el Hacho y la Sierra de Estepa.

Puente romano. Lora de Estepa.






En Aguadulce, en torno al río Blanco y el Arroyo de la Ribera, se configura todo un conjunto de huertas tradicionales, llenas de vida y actividad, que en épocas pasadas abastecían de productos a los municipios comarcanos. Su coqueto casco urbano, que invita a pasear, conserva bellas e interesantes fachadas muestra de la arquitectura popular andaluza.

Aguadulce.
La Roda de Andalucía, Casariche, El Rubio y Herrera conservan unas interesantes zonas húmedas en proceso de recuperación. En algunos de estos municipios se conservan una fuerte tradición relacionada con el mundo del caballo.

Gilena y Pedrera configuran un bello caserío en torno a la iglesia de la Inmaculada Concepción y la iglesia de San Sebastián, respectivamente. Los paisajes de la sierra y los conocidos patios, encuentran su máxima expresión en el término de estos municipios.

Desde Estepa se puede dar un salto y conocer también un conjunto de interesantes ciudades medias como Antequera, Lucena, Écija, Osuna, Fuentes de Andalucía o Marchena, todas ellas con un importante patrimonio arquitectónico.

Ermita del Rosario. El Rubio.
Las zonas húmedas del sur de Córdoba, la Laguna de Fuentepiedra, la zona endorreica de Osuna-Lantejuela, el Peñón de Algámitas, son otros de los espacios naturales que pueden ser visitados desde la situación privilegiada en que nos encontramos, ya que se estamos a distancias relativamente cortas y es una forma de descubrir la Andalucía Natural del interior.

jueves, 27 de octubre de 2011

Estepa huele diferente

Estepa es olor envolvente a canela en octubre, que se transforma en polvorón y mantecado ya en noviembre y diciembre, que se solapa con la fragancia que surgen de la molturación de los aceites vírgenes olorosos en los meses finales y principio del año. Indicación Geográfica Protegida para el mantecado de Estepa y Denominación de Origen para su aceite. Dos distintivos de calidad que ensalzan el buen hacer de estas industrias, santo y seña de nuestra zona. Nuestra economía y buena parte de nuestra vida social gira entorno a estas industrias que marcan el devenir de esta ciudad.


























La imagen de Estepa es incompleta si no se hace mención a  sus gentes. Gente abierta, de trato amable, sin dobleces, que sin caer en el servilismo te hace agradable la estancia en la ciudad, dispuesta a darte información sobre cualquier monumento o sobre cualquier rincón.

Pero aún hay más: nuestra gastronomía. Todos los ingredientes sociales y culturales que ya hemos comentado dan como resultado, sin que pueda ser de otra forma, una cocina sencilla, sobria pero sabia y excelente. En los restaurantes de la ciudad se pueden paladear platos típicos de la zona que tienen como base el aceite de oliva virgen, sin olvidar la cocina de creación de nuestros maestros cocineros. Saborear la gastronomía estepeña es una forma inteligente de culminar un día de visitas monumentales. Una cocina que está a la altura de una ciudad declarada Conjunto Histórico Monumental en 1965. Estepa ha sido y es cruce de caminos, y secularmente parada y fonda obligada donde el viajero reponía fuerzas. La fama de nuestra cocina no es fama de un día, sino algo que viene de lejos.

Al despedirse  el viajero de la ciudad, ya en la lejanía, el caserío dibuja esa imagen de paloma que el poeta pontanés Juan Rejano desde su exilio mexicano no consigue olvidar jamás:

¿Por qué te llaman Estepa,
si eres como una paloma
en vuelo junto a la sierra?

miércoles, 26 de octubre de 2011

Un emplazamiento mágico

Por muy diversos motivos, la milenaria Estepa es una ciudad con un emplazamiento mágico y único que ofrece al visitante y al viajero la oportunidad de dar rienda suelta a todos y cada uno de los sentidos.

Estepa se ve desde muchos kilómetros de distancia, destacando por su espectacular escenografía arquitectónica, derramándose la ciudad perezosamente por las faldas del Cerro de San Cristóbal. Hay impresiones únicas que el viajero graba inexorablemente en su retina, como cuando el sol estalla arrancando un bello contraste cromático entre el color del terreno en que se asienta la ciudad, con su caserío, y el firmamento, con tonalidades cambiantes a lo largo de las distintas estaciones del año.

El carácter de acrópolis convierte a la ciudad en un excepcional observatorio natural de la campiña del Guadalquivir, con la Sierra Morena dibujándose a lo lejos. No en vano, en la ciudad vieja se asienta el llamado Balcón de Andalucía, auténtico mirador de tierras andaluzas, justo en su centro geográfico. La topografía, el solano, la insolación, la búsqueda del líquido elemento y de la llanura que no acaba de encontrar la ciudad, de origen a una trama urbana singular. La panorámica nos obliga a adentrarnos para descubrir las distintas secuencias visuales que nos reservan sus plazas y rincones.

La vista nos invita a adentrarnos en la ciudad antigua, y nos iniciamos en el desarrollo de los sentidos al impregnarnos por las distintas sensaciones que el entorno emite. El tacto al deambular por las calles empedradas, o al posar las  manos en las piedras milenarias, huellas del pasado. Pasear por la ciudad dormida, el silencio rasgado por el teñir de las campanas de San Sebastián o de Los Remedios, cuyo eco te hace volver a épocas pasadas, o el revoloteo de las palomas en torno a la esbelta y coqueta Torre de la Victoria, señalando siempre, siempre al firmamento.