miércoles, 26 de octubre de 2011

Un emplazamiento mágico

Por muy diversos motivos, la milenaria Estepa es una ciudad con un emplazamiento mágico y único que ofrece al visitante y al viajero la oportunidad de dar rienda suelta a todos y cada uno de los sentidos.

Estepa se ve desde muchos kilómetros de distancia, destacando por su espectacular escenografía arquitectónica, derramándose la ciudad perezosamente por las faldas del Cerro de San Cristóbal. Hay impresiones únicas que el viajero graba inexorablemente en su retina, como cuando el sol estalla arrancando un bello contraste cromático entre el color del terreno en que se asienta la ciudad, con su caserío, y el firmamento, con tonalidades cambiantes a lo largo de las distintas estaciones del año.

El carácter de acrópolis convierte a la ciudad en un excepcional observatorio natural de la campiña del Guadalquivir, con la Sierra Morena dibujándose a lo lejos. No en vano, en la ciudad vieja se asienta el llamado Balcón de Andalucía, auténtico mirador de tierras andaluzas, justo en su centro geográfico. La topografía, el solano, la insolación, la búsqueda del líquido elemento y de la llanura que no acaba de encontrar la ciudad, de origen a una trama urbana singular. La panorámica nos obliga a adentrarnos para descubrir las distintas secuencias visuales que nos reservan sus plazas y rincones.

La vista nos invita a adentrarnos en la ciudad antigua, y nos iniciamos en el desarrollo de los sentidos al impregnarnos por las distintas sensaciones que el entorno emite. El tacto al deambular por las calles empedradas, o al posar las  manos en las piedras milenarias, huellas del pasado. Pasear por la ciudad dormida, el silencio rasgado por el teñir de las campanas de San Sebastián o de Los Remedios, cuyo eco te hace volver a épocas pasadas, o el revoloteo de las palomas en torno a la esbelta y coqueta Torre de la Victoria, señalando siempre, siempre al firmamento.



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